Admitir en estos tiempos el sufrimiento propio resulta complejo, y más aún si vivimos en un mundo que parece premiar a las personas que exponen historias idílicas carentes de problemas. Yo también jugué a fingir que mi vida era perfecta, que no había nada malo en mí y que, bajo ningún concepto, sufría.

Así, hasta que un día decidí escribir en una libreta todas las conductas que me hacían sentir mal: ya no estaba dispuesto a esconder el fuego destructor que habitaba en mí y que, muy a mi pesar, me estaba quemando. Quise analizar minuciosamente mi comportamiento y la experiencia desagradable que se hallaba tras cada conducta. Después de algunos meses y casi sin darme cuenta, tenía sobre mi mesa más de treinta escritos que, al ser ordenados y revisados, mostraban con claridad el proceso de sufrimiento que había transitado. ¿Sería esto útil para alguien? Quizás.

He decidido compartir mi historia como forma de expresión, pero también porque quizás sirva de espejo para algún ser humano que esté sufriendo y no entienda el por qué. Y si esto sucede, si consigo ayudar a alguien con mis propias reflexiones y consigo que salga del hoyo de angustia y autodestrucción en el que yo me derrumbé, entonces la publicación habrá valido la pena.

Solo sé que yo logré dejar de sufrir. Yo logré dejar de ser un Desgraciado.